4 tareas y recomendaciones para el proceso de duelo
El duelo es producido por cualquier tipo de pérdida, sólo es aplicable a la muerte de una persona. El proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida significativa, siempre que se pierde algo que tiene valor real o simbólico para quien lo pierde.
Tipos de pérdidas:
1.Pérdida de la vida; Es un tipo de pérdida total, ya sea de otra persona o de la propia vida en casos de enfermedades terminales en el que la persona se enfrenta a su final.
2.Pérdidas de aspectos de sí mismo; Son pérdidas que tienen que ver con la salud. Aquí pueden aparecer tanto pérdidas físicas, referidas a partes de nuestro cuerpo, incluidas las capacidades sensoriales, cognitivas, motoras, como psicológicas.
3.Pérdidas de objetos externos; Incluimos en este tipo de pérdidas al trabajo, la situación económica, pertenencias y objetos.
4.Pérdidas emocionales; Como pueden ser rupturas con la pareja o amistades.
5.Pérdidas ligadas con el desarrollo; Nos referimos a pérdidas relacionadas al propio ciclo vital normal, como puede ser el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, vejez, etc.
Intervención en duelo
La pérdida de alguien significativo produce una amplia gama de reacciones que pueden y deben considerarse como normales y adaptativas.
La estrategia fundamental para el manejo del duelo es darse tiempo y permiso para abordar de forma consciente el proceso y restablecerse. Es cierto que el tiempo en sí mismo no nos alivia, pero necesitamos tiempo para realizar una serie de tareas que nos llevarán a la superación de la pérdida. Será lo que hagamos en ese tiempo lo que nos brindará una solución real. El paso de los días y años sin un proceso restaurador sólo traslada el dolor de la superficie a la profundidad.
Con el tiempo debemos encaminarnos a aceptar la pérdida para reconocer que el ser querido ha muerto, debemos utilizar el tiempo para expresar de forma honesta y auténtica los sentimientos que acompañan la pérdida.
El tiempo, además debe emplearse para aprender a vivir sin esa persona. Ese tiempo estará bien invertido si se recupera el interés por la vida, se reconstruye el sentido de esta y se logra volver a gozar de la existencia.
Después de sufrir una pérdida hay ciertas tareas que se deben realizar para restablecer el equilibrio y para completar el proceso de duelo. Puesto que el duelo es un proceso y no un estado, estas tareas requieren esfuerzo y podemos hablar de que la persona realiza “el trabajo de duelo”.
1.- Aceptar la realidad de la pérdida
La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá. Parte de la aceptación de la realidad es asumir que el reencuentro es imposible, al menos en esta vida tal y como la concebimos.
La realización de esta tarea es imprescindible para seguir adelante.
Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación racional sino también emocional. La persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera.
Para favorecer la consecución de esta tarea es importante acercarse a todas las evidencias que nos lleven a constatar que nuestro ser querido ha muerto, como hablar de la pérdida, contar las circunstancias de la muerte de manera objetiva, visitar el cementerio o lugar donde se han depositado las cenizas.
2.-Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida
No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor.
La negación de esta segunda tarea es no sentir, bloquear los sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces se paraliza esta tarea evitando pensamientos dolorosos.
El objetivo de esta tarea es conseguir que la persona no arrastre el dolor de la pérdida a lo largo de su vida.
Es imprescindible para la superación del duelo, que la persona exprese tal como vive y siente sus emociones, sin censuras, por horribles que le parezcan los sentimientos, el deudo debe dejarles espacio y se deben expresar para liberarse de ellos.
Las emociones pueden estar acompañadas por sensaciones corporales. También pueden aparecer trastornos de la alimentación y alteraciones perceptivas como ilusiones o alucinaciones.
En conclusión, la expresión de las emociones, ante alguien que escucha, se convierte en una tarea necesaria para la elaboración del duelo.
3.- Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente
En general la persona no es consciente de todos los roles que desempeñaba la persona fallecida hasta algún tiempo después de su muerte y tiene que desarrollar nuevas habilidades y asumir roles que antes desempeñaba la persona fallecida.
En esta tarea aprendemos a vivir solos, solas, a tomar decisiones sin el otro, sin la otra; a desempeñar tareas que antes hacía con el difunto, la difunta, o que compartía con él o ella. A pesar del dolor, la vida sigue a su propio ritmo y en ocasiones con exigencias importantes. El duelo nos obliga a solucionar los problemas que surgen de la carencia del ser querido.
En este momento debemos reforzar el desprenderse del ser querido sin renunciar a su recuerdo, que nos facilite vivir sin la otra persona.
4.-Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo
Probablemente nunca se pierden los recuerdos de una relación significativa. Nunca podemos eliminar a aquellas personas que han estado cerca de nosotros, o de nosotras, de nuestra propia historia.
Tener la disponibilidad de empezar nuevas relaciones depende no de olvidar al fallecido, sino de encontrarle un lugar apropiado en su vida psicológica, un lugar importante, pero que deja un espacio para los demás.
La vida está llena de nuevas posibilidades. Se puede de nuevo disfrutar, se puede pensar en ser feliz y establecer nuevas relaciones.
La cuarta tarea se entorpece manteniendo el apego del pasado en vez de continuar formando otros nuevos.
Es un proceso con altibajos porque, en ocasiones, en fechas señaladas, en aniversarios, se dispara de nuevo el dolor, la impotencia, la tristeza que creíamos superada.
El final del duelo ocurrirá cuando encontremos motivos para vivir, y podamos volver a vincularnos con aquello que la vida nos ofrece, sin olvidar, ni dejar de amar lo que perdimos.
Resolver un duelo es sentirse mejor y requerirá la atención del doliente, intención de cambiar, fuerza de voluntad y valor.
Indicadores de duelo resuelto
La persona es capaz pensar en él o la fallecida sin dolor agobiante.
Puede disfrutar de los recuerdos sin que estos traigan culpa o resentimiento.
Puede sentirse triste de vez en cuando, pero acepta y consigue hablar de esas emociones con libertad.
Interés por la vida y sentimiento de esperanza.
Apertura hacia los demás, sus emociones y nuevos roles.
Un proceso de duelo saludable es aquel en el que no se intenta escapar del dolor, sino que sabiendo que ocurrirá se intenta saberlo manejar. Poder pensar en el dolor sin negarlo, sin dulcificarlo, pero también sin reducirlo a una experiencia oscura y sin salida, será clave para atravesar este momento difícil. No tienes que pasar esto solo, busca orientación psicológica. Un espacio para expresar y entender tus emociones beneficiara tu salud emocional.
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